Arnoldo Janssen y la Virgen María
En el
sesquicentenario de la SVD:
San Arnoldo Janssen
y
la Virgen María
En el marco del Jubileo del 150° aniversario de la fundación de la Congregación del Verbo Divino, ofrecimos un primer “subsidio” relativo a la intensa piedad y el profundo espíritu de oración de San Arnoldo, y a su constante y ardiente preocupación por la Sagrada Liturgia y por la dignidad y belleza del culto.
Este segundo material se refiere a la piedad mariana de Arnoldo
Janssen, y de manera especial a la fecha elegida para fundar la SVD, la fiesta
de la Natividad de María.
Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo
«María, es la "mujer fuerte" que está como hija, madre y esposa en relación a la misma Trinidad Santísima. De entre todas las hijas de la tierra, fue la predilecta del Padre celestial. El Hijo la escogió por Madre, para tomar de ella su propia carne. El Espíritu Santo la amó como a esposa y la hizo vaso de elección, santísimo, de sus divinas gracias. De esta manera vino a ser María la "niña" de los ojos de la Santísima Trinidad y después de Cristo- la más bendecida de entre los hijos de hombres».
«Preciosa y brillante como el sol, fuerte como ejército disciplinado, está María sobre la ciudad de Dios, la Santa Iglesia. Dígnate dirigirnos una mirada desde el trono de tu gloria y atiende a nuestra debilidad, a nuestras luchas, a nuestros fracasos. Bienaventurado, quien contigo pelea, contigo triunfa y es contigo glorificado».
S. Arnoldo Janssen en “El Pequeño Mensajero del
Corazón de Jesús” (1874)
El Inmaculado Corazón de María
«¡Oh Corazón de María, fiel reflejo del Corazón de tu Hijo!».
«Veneremos este Corazón apropiándonos sus sentimientos, en especial su fe, su esperanza y su caridad. Del Corazón de María-como del modelo perfecto, que "conservaba todas estas cosas en su corazón"- han de pedir los nuestros la gracia de la oración mental, el amor a la soledad, a la oración, a la pureza, para que todos alcancen la gracia extraordinaria de no ofender nunca a Dios, ni siquiera por un pecado venial voluntario. Así conservarán fielmente el regalo inapreciable de la gracia santificante, anillo de amor que Dios regala al alma en gracia como a su esposa y que ha de adornarla por toda la eternidad en el cielo».
S. Arnoldo Janssen
La Natividad de María y la SVD
«De manera especial veneramos a María, Virgen y Madre. Llena del Espíritu Santo, fue elegida para traer al mundo al Verbo de Dios y cooperar en su plan de salvación».
«Realzamos la fiesta de la Natividad de
María, ya que coincide con el día aniversario de la fundación de nuestra
Congregación».
Constituciones de la Congregación del Verbo Divino, 406
Arnoldo Janssen, ordenado sacerdote
el 15 de agosto de 1861, predicó su primer sermón el 8 de septiembre
siguiente, en la fiesta del Nacimiento de María, y eligió
intencionalmente el mismo día de 1875 para la apertura de la Casa Misional en
Steyl.
En “El Pequeño Mensajero del Corazón de
Jesús” escribió más tarde:
«Si consideramos que el nacimiento de la Madre de Dios es también el de la Casa Misional en Steyl, no lo es tanto como un honor y una feliz coincidencia, cuanto como una invitación a hacernos más y más dignos de la protección de tan excelsa Patrona... Si todos nosotros somos los hijos menores de María, entonces también nuestra Casa de Misión puede llamarse hija de María. ¡Quiera Dios que sea una hija que le agrade!».
¿Dónde, cuándo y cómo nació María?
Los Evangelios no mencionan el nacimiento de María, mientras que sí se refieren al de Jesús y al de Juan el Bautista. Como en muchos otros casos, nos tenemos que remitir, si queremos saber algo basado en tradiciones, a los llamados “evangelios apócrifos” y más concretamente al Libro de la Natividad de María y al Protoevangelio de Santiago.
Los apócrifos son textos no incluidos en el canon de las Escrituras. Pueden contener elementos no ortodoxos, o fantásticos, pero no son desdeñables como testimonio de la fe de una época y como fuente de piedad, incluso en nuestros días. De hecho, muchos datos que hoy consideramos incorporados a nuestra devoción cristiana (desde los nombres de los Reyes Magos hasta el episodio de la Verónica que enjuga el rostro de Jesús) no figuran en los Evangelios, sino que proceden de textos apócrifos.
Según los textos apócrifos, Joaquín y Ana estaban desesperados porque a pesar del amor y de la felicidad que los unía, no habían tenido hijos durante sus primeros veinte años de matrimonio. Ante tal situación, hicieron una promesa al Señor que consistía en que, si Dios les daba un descendiente, lo consagrarían a su servicio. Para obtener tal gracia, y según cuenta el Libro sobre la Natividad de María, todos los años se desplazaban al templo de Jerusalén en las fiestas principales. El día de la Fiesta de la Dedicación, Joaquín se acercó al altar para presentar la ofrenda de sus cosechas, pero el sacerdote, al verlo, lo rechazó con gran indignación diciéndole que no tenía derecho a acercarse porque un hombre estéril como él que no había hecho crecer el pueblo de Dios, no podía andar con los que no estaban bajo su misma condición. Cabe recordar que, en aquellos tiempos, el pueblo de Israel consideraba como una maldición la esterilidad. Joaquín, ante tal situación, se retiró a las praderas sin querer volver a su casa para no exponerse a los desprecios de sus vecinos. Después de unos meses de gran soledad, se le presentó un ángel de Dios, rodeado de un inmenso resplandor que le comunicó que su mujer engendraría a una hija. El libro apócrifo menciona que el ángel le habló de esta manera: "... siendo virgen, engendrará a su vez de manera incomparable al Hijo del Altísimo. El nombre de éste será Jesús, porque de acuerdo con su significado ha de ser el salvador de todos los pueblos". El mismo ángel se apareció después a Ana notificándole su conversación con Joaquín, y ésta salió al encuentro de su esposo, y ambos se abrazaron llenos de alegría.
La fiesta
La fiesta de la Natividad de la Virgen
surgió en Oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén. En el siglo se
edificó allí una basílica en honor de Santa Ana, junto a la Piscina
Probática (o “Piscina de Betsata” mencionada en Jn 5, 1-9). Allí, según
la tradición, estaba ubicada la casa de Joaquín y Ana, es decir, la casa
natal de María.
El primer testimonio escrito acerca del nacimiento de María y del parto milagroso de Ana es un poema de Romano el Melode, hacia el año 555.
La fiesta se extendió primero por Oriente
y fue introducida en Roma por el papa Sergio I –de origen sirio, muerto
en el 701–, quien la dotó de una procesión que fue muy popular en la Edad
Media. Sin embargo, es probable que antes de esta fecha se
celebrara en Roma alguna memoria, queriendo imitar para María las fiestas
del nacimiento de San Juan Bautista y del Señor. Otros testimonios importantes
alrededor de esta fiesta son unas homilías pronunciadas en el siglo VIII
por San Juan Damasceno en la Basílica de Santa Ana en Jerusalén, y
por el obispo San Andrés de Creta hacia el 715: «Hoy la
creación, de un modo nuevo y más digno, queda dispuesta para hospedar en
sí al supremo hacedor».
Un concilio celebrado en Reims en 630 la
declaró fiesta de precepto. En Roma fue dotada de una octava (a mediados del
siglo XIII) por Inocencio IV, y de una vigilia por Gregorio XI en
1378. Actualmente tiene la categoría de Fiesta en el Calendario General,
y de Solemnidad en el Calendario Propio de la SVD.
La fecha del 8 de septiembre está vinculada con la de la Inmaculada Concepción, que celebramos nueve meses antes, el 8 de diciembre.
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